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No hay medias tintas. Las decisiones que han salido a la luz —oficialmente, o no— constantemente son noticia. Musk comenzó hablando de Twitter como la plaza central digital de Internet, para luego cobrar $20 dólares al mes para ser verificado y después corregir a $8 USD. Independientemente del precio, el mensaje es claro—en esta plaza, no todos seremos iguales. Por parafrasear a Orwell, algunos serán más iguales que otros.

Twitter, desde hace por lo menos cinco años, es víctima de su propio éxito. La plataforma apela al menor común denominador, y los trending topics es el síntoma más claro. Lo que antes era utilizado por millones para saber qué estaba sucediendo ahora, ha sido reemplazado por una mezcla entre propaganda política, comunidades organizadas creando mensajes destinados a sus ídolos musicales, medios de comunicación aprovechando su tamaño para publicitar sus programas de TV y telenovelas, además de cumpleaños. Muchos cumpleaños de celebridades que no nos interesan.
La calidad del discurso también ha estado en caída libre. No hace falta buscar mucho para encontrar una conversación con insultos, difamaciones y negatividad.

Lo que una vez fue una red social con carisma y personalidad, en la que daba a pie a la expresión, gradualmente fue esterilizándose y estancándose, muy lejos de su idea original. Nos quitaron opciones para personalizar nuestro perfil, y nos dieron 120 caracteres extra a cambio.

En la última semana ha habido más movimiento en Twitter que en los últimos 3 años. Y tal vez eso es lo que se necesitaba; alguien que trajera un revulsivo y que esté listo para afrontar las consecuencias, sean buenas, o no. A nosotros, los usuarios, tal vez nos arreglen la plataforma y nos permitan personalizar la información que queremos ver. O tal vez nos den la excusa para cerrar definitivamente la cuenta.

P.S. Síganme en Cohost Algo tiene esta red social que me recuerda aquel Twitter de antaño.