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Este juego protagonizado por un simpático zorro con clara inspiración de Zelda de antaño contiene posiblemente una de las experiencias más originales y frescas que he tenido en mucho tiempo, y curiosamente una que resuena mucho con una parte de cómo fue mi primer intento en jugar A Link To The Past.

Debajo de una capa impresionante en el departamento de presentación, Tunic no solo es una aventura en el estilo de Zelda, sino que también logra emular, de forma muy exitosa, el sentimiento de exploración y descubrimiento que experimenté de niño al tener frente a mi un juego en un lenguaje que no dominaba. Tunic nos enseña sus mecánicas a través de páginas individuales que iremos juntando poco a poco que irán dándole forma al manual de este juego, que esperará de nosotros que, al igual que yo a mediados de los noventa, que con solo unas palabras logre entender las mecánicas, lugares y secretos necesarios para avanzar con la aventura.

Me parece muy curioso que un juego con esta idea tan original venga de Estados Unidos, ya que veo al resto del mundo batallando con el inglés, tratando de disfrutar de estas experiencias pese a la barrera del lenguaje, pero supongo que para los creadores, algo similar pudo haber sucedido con juegos importados desde Japón.

No sé si lo que tenga frente a mis ojos termine siendo el juego del año, o que las horas que le he dedicado sean una muestra de lo que seguirá más adelante, o simplemente termine como una buena idea que no terminó de concretarse, pero lo que les puedo decir es que al menos las primeras horas no las olvidaré en mucho tiempo.